jueves, octubre 15, 2009

De repente me revienta el escalofrío, como si la suavidad tuviera envidia de mi estar quieta.
Entonces lo que ocurre es que tropiezo con esa misma suavidad que me hizo estornudar y no puedo callar más ni negarlo sin sacudirme de manera atáxica y continua.
Salgo en silencio, trato de borrar las huellas, pero el rostro cubierto me delata, los pasos mal marcados y mi silueta frente a las sombras amorfas que se acumulan entre las uñas.
Desde ahora no podré esperar más para tener que encontrarme con el día de la lluvia, pintar pistas en los azulejos y zigzaguear con el escalofrío de volver al mismo lugar y acariciar la misma suave textura junto con el andar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que bien suena todo eso. Es como haberlo vivido al mismo ritmo que tu (lo que puede ser posible yo creo)
Me da gusto leerte y junto con eso descubrirte.




Anonimo en Metamorfosis.