De repente me revienta el escalofrío, como si la suavidad tuviera envidia de mi estar quieta.
Entonces lo que ocurre es que tropiezo con esa misma suavidad que me hizo estornudar y no puedo callar más ni negarlo sin sacudirme de manera atáxica y continua.
Salgo en silencio, trato de borrar las huellas, pero el rostro cubierto me delata, los pasos mal marcados y mi silueta frente a las sombras amorfas que se acumulan entre las uñas.
Desde ahora no podré esperar más para tener que encontrarme con el día de la lluvia, pintar pistas en los azulejos y zigzaguear con el escalofrío de volver al mismo lugar y acariciar la misma suave textura junto con el andar.
1 comentario:
Que bien suena todo eso. Es como haberlo vivido al mismo ritmo que tu (lo que puede ser posible yo creo)
Me da gusto leerte y junto con eso descubrirte.
Anonimo en Metamorfosis.
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